"Jueves Literario"
30 de abril de 2009
a las 19:30 horas en el
Salón Consistorial de la I.M. de La Serena
Arturo Prat 451, 2º Piso
En el marco del mes aniversario del natalicio de Gabriela Mistral
celebraremos
"Contando y cantando
a Gabriela Mistral"
24 de marzo de 1960: Discurso fúnebre en nombre de la ciudad de La Serena, por su alcalde Don Jorge Martínez Castillo:
"La mano de ese noble jardinero de la belleza, que fuera Pedro Prado, de intacta permanencia en el alma de la patria y en el solio de la intelectualidad americana, en emocionado mensaje a los maestros y escritores de México, pedía para Gabriela Mistral, como el mayor galardón, no hacer ruido en torno a ella, porque andaba "en batalla de sencillez". Y la ilustre viajera retorna hoy a esta ciudad, que desde sus colinas sahumadas de un sol dulce y aromado hasta la ronda de su mar dice en voz baja, como en un ruego sin lágrimas, la palabra de su sueño iluminado. Porque sobre todas sus virtudes, que no fueron pocas, por su alta misión de humanidad, la única poseedora del Premio Nobel para la América, hija de España, gozó del privilegio de cosechar horizontes y hacer verdad la geografía sin fronteras del espíritu, creando la universalidad del pensamiento emocionado. Viajera de un interminable crucero de paz, en una permanente embajada de concordia, misionera de esa voz interior que redescubre continentes y se anuncia hasta en la sílaba trémula de la hierba inocente, Gabriela Mistral no hizo su tránsito a lo largo de los caminos, a través de los cielos ni encima del surco fugaz que abren las proas en los dominios misteriosos de los mares del mundo. Ella caminó entre almas, entre jardines de niños, o por los parques asombrados de la veneración unánime, no cobrada por faena cumplida sino entregado con devoción plural, después de una siembra feliz.
Ella dijo una vez que el buen sembrador siembra cantando. Dijo lo que debíamos oír para enseñar, y se calló la amargura detrás de su sonrisa y la tierna esmeralda de sus ojos maduras de aire, de nieves azules y de aguas inmensas.
Y aún en batallas de sencillez, llega otra vez a esta ciudad, oculta en su ataúd, que adquiere la forma de un instrumento de música, porque su verso de oro está resonando más puro en mudez de diamante reintegrado a su secreto origen.
Los estudiantes no van a echar a volar las alondras de sus rondas, ni los hombres van a rezar sus "Sonetos de la Muerte", ni las madres van a entibiar sus manos en los braceros lunados de sus canciones de cuna.
Toda su poesía está viva, porque los labios de Gabriela están besando el corazón del mundo. Otra vez se detiene la maestra rural, aquí en la última colina de La Serena, pasajera dócil a su Montegrande sabrá arrullarla para siempre. Va dormida simplemente hacia la aurora de la eternidad, porgue "no es morir el vivir en los corazones de quienes dejamos detrás de nosotros". Y ella lleva ese mensaje de infinita y resignada tristeza, porque arriba a la tierra "humilde y soleada".
Y La Serena, junto a su silencio que fulgurece como una lámpara votiva, se arrodilla con las manos juntas, como implorando para ella la paz y la gloría que en días de hostilidad gris no supo darle y le entrega como ofrenda suprema, la admiración deslumbrada de la gente provinciana, el llanto contenido de los niños chilenos, la sombra sagrada de la cruz redentora y la oración de sus claveles.
Llevadla amigos, hasta donde nace el valle, hasta la entraña de los viñedos solitarios y fecundos, con esa dulcedumbre con que se lleva a una niña dormida, porque la Gabriela insigne, coronada de estrellas, es la misma Lucila que "hablaba a río, a montaña y a cañaveral".